Los rumores medusianos

almudena anés
3 min readNov 22, 2020

“no usar la voz íntima sino el gran rumor.”

josefina vicens.

“si las palabras no se las dices a alguien no son nada.”

miguel delibes.

Ilustración popular de la Medusa grecolatina.

Resto muda, apaciguada, en el cuarto candado donde se pegan mis palabras. Se prenden del techo, maleducadas, gritan y saltan de esquina a cuadro, todo lo rompen, todo lo arañan. Hecha girones, con la voz en la mano, intento acariciar lo intangible, el rellano vacío de no escribir tras la puerta me espera, me dice, ven, basta, lo intentamos. Cuándo será suficiente lo escrito para tener un modo de vida respetable. Hubo pintores que necesitaron toda una vida para conocer la respuesta. A diferencia fundamental, no tengo tiempo ni ganas ni suerte ni fortuna, sólo una excepcional capacidad de trabajo, pesadillas y espíritu de ave nocturna rapaz. No quisiera salir de la cama, la cueva, mi tesoro, cuarto propio con baño a solas, sin independizar, ese es mi templo de escritura. Recuerdo el mito de la Medusa, pobre, fea y abandonada, ella, con sus rizos serpentinos, decapitada por mandato social. Los idealistas como yo tenemos una perversión parecida, nos brotan animalitos vivos del cerebro y, a partir de ese rugido, o nos cortan o nos dejan libres. No suele suceder lo último. Algo te atrapa y te sentencia.

Caravaggio, Medusa (1597–98), Florence, Uffizi.

Viene la poda de seguido y las hidritas quiméricas se caen al suelo peluquería pseudo realidad, se precipitan los sueños. Me da igual que se llame Heracles o Perseo, todos los que cercenan los mundos oníricos de otras personas son unos fundamentalistas de la verdad. Y qué pereza el deseo de que cada día siga igual, constante, sin cambio, qué desastre la idea de aferrarse al tiempo que siempre juega en contra. De Medusa, mujer violentada, se conoce el dicho popular, la historia del monstruo, pero cabría decir que su único castigo fue la libertad de elegir sobre su cuerpo. Lo que recibió fue el celo y el castigo, el retorcimiento de la carne joven para espantar y que ya no sedujese a ningún hombre. Los malos, como los soñadores, se escriben en género femenino. A ellos, canónicos, manos-tijeras, les espera el paraíso, puntos positivos de una masculinidad incomprendida.

Quizás dejaría de escribir por eso, porque no puedo transformar lo que no me gusta con el lenguaje dado que son herramientas dadas por dioses mayores — creadores — demiurgo. Mi sentencia es que necesito la escritura como agua y que no quiero beber, que no me importaría sufrir como Tántalo si al menos comprendiese que el fin de la escritura no es más que un final prolongado por el dolor y el desconocimiento futuro. Si decapitaran este ruido, la montaña de serpientes que me crece depredadora, me quedaría hueca, inerme. Podría por fin descansar, tener horarios comunes, un trabajo no precarizado. Pero aquí estoy, tarde, mal y nunca, pegada al acantilado de la palabra, con un grito, defendiendo a mis sueños de los sables que los buscan porque mi pelo no es una selva, es una guarida privada.

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almudena anés

Almudena Anés es una narradora española especializada en arte, videojuegos e identidad. Trabaja desde la escritura para indagar la fragmentación y el simulacro.