almudena anés
3 min readOct 15, 2024

La lengua

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Hablaba sin descanso, como si sus palabras fueran agua que brotaba de una fuente inagotable. Hablaba hasta vaciarse y llenarse de nuevo, como un río que nunca alcanza el mar. Las palabras le brotaban de la lengua, afiladas o dulces, sinceras siempre. No sabía callar. No sabía mentir. Lo decía todo, hasta lo que dolía, hasta lo que incomodaba. Nunca medía la distancia entre sus pensamientos y su voz.

Al principio, solo era un murmullo constante, una necesidad de nombrarlo todo. Pero con el tiempo, sus palabras empezaron a tener cuerpo, a ocupar espacio, a salir de su boca como si tuvieran un peso propio. La lengua le dolía de tanto hablar, se le endurecía, se le torcía, y al mirarse al espejo notó que se había alargado, que sobresalía de sus labios. Era una serpiente que se desplegaba, cada vez más larga, deslizándose por su barbilla y tocando el suelo, arrastrándose entre sus pies. Una lengua imposible, infinita, que no dejaba de crecer.

Ella lo tomó como un signo, como una prueba de que su sinceridad estaba viva. Pero las cosas se volvieron más difíciles. Su lengua ya no cabía en su boca, se desbordaba de sí misma, como si sus palabras hubieran cobrado carne y quisieran escapar. Hablaba, y la lengua se estiraba más y más, alargándose por el aire, buscando tocar a los otros, rozarles la piel con la verdad de lo que decía. Sin embargo, nadie quería escucharla, nadie quería ser tocado por esa lengua desnuda que decía demasiado. Se apartaban.

Cuando entraba en una habitación, la lengua se enroscaba a su alrededor, invadiendo los rincones, ocupando cada hueco. Ella seguía hablando, incluso en los silencios. Pero las palabras se volvían pesadas, se le caían de la boca y golpeaban el suelo como piedras. La lengua crecía y crecía, y cada vez se le hacía más difícil respirar. Sentía que la asfixiaba, que se le enredaba en el cuello y le cerraba la garganta. No podía detenerse.

Una noche, mientras hablaba sola en la oscuridad, la lengua se le escapó por la ventana, extendiéndose hacia el mundo, hacia todos esos lugares que ella nunca había visitado pero que había imaginado tantas veces. Era un río de carne que se deslizaba por las calles, rozando las paredes, las ventanas, las puertas cerradas de la gente que dormía. Se estiraba más allá de la ciudad, más allá de las colinas, más allá del silencio de los otros.

Ella sintió que por fin se desbordaba, que toda su verdad caía al suelo como una lluvia espesa, empapando cada rincón, tocando todo lo que había estado fuera de su alcance. Pero la lengua seguía alargándose, cada vez más fina, más frágil. Al final, solo era un hilo delgado de palabras que se disolvía en el aire, incapaz de sostener el peso de lo que ella había dicho.

Entonces, en medio de la oscuridad, la lengua se quebró y cayó al suelo, inerte. Ella, por primera vez, guardó silencio. Y en ese silencio, la sintió retraerse, volver a su boca, encogida y débil, como si nunca hubiera existido. Pero el vacío que dejó en el aire, ese vacío de verdad dicha y no dicha, quedó flotando para siempre. Jamás podría desdecir sus palabras.

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Written by almudena anés

Almudena Anés es una gestora y productora cultural española especializada en arte, videojuegos e identidad.

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